jueves, abril 17, 2008

de "Poemas Reales"

Me esquiva el papel

como a un luchador sin gracia


* * *

Supongo que primero

voy a dejarme morir,

varias veces;

si insiste,

voy a terminar muerto

de todas formas.


* * *

Observo el último

mandamiento

que fue entregado

en la costa:

“lo que está escrito

suceda

como algo irremediable”.

* * *

puede ser

que en ese coma feroz

pase el resto de los días,

obnubilado

por tu cuerpo que respiro.

viernes, abril 04, 2008

de "La muerte del cielo"


Despoblado de cielo

sangra el alma


Despoblado de vos

no sé qué intentar

si morirme o volver a nacer

martes, abril 01, 2008

LEALTAD COMERCIAL: DE CÓMO COMETER UN CRIMEN CASI ARTESANAL


- Disculpe señor, la calle Calderón de la Barca, ¿dónde queda?.- Proclamó la anciana en medio de la panadería.
- Son tres cuadras, yendo por esta.- Respondió el hombre concentrado en su respuesta.
El local estaba repleto de gente, y dado el volumen de la charla todos parecían participar.
- Aaaah.... es paralela a Lope de Vega.
- Sí.- Aseguró el hombre tratando de esbozar una sonrisa acorde con la circunstancia.
- ¡No, es mentira!.- Se escuchó a espaldas de todos.
- Cómo que es mentira, si hace treinta años que vivo acá.- Comentó como para sí mientras se daba vuelta lentamente.
- ¡Sí, queda a una cuadra!.-
La voz tomó el rostro de una mujer de muy baja estatura, y le impresionó terriblemente su pelo corto con rulos muy chiquitos pegados a la cabeza. El hombre volvió a mirar a la anciana y le dijo con voz clara:
- Hágale caso a la señora que parece estar segura.-
Mientras salían las palabras sin esfuerzo, comenzó a sentir un dolor en las manos que se transformaba en ganas de pegar y pegar, hasta matar, si fuera posible. También escuchó algún comentario desenfadado endilgándole la culpabilidad de la mentira. Se dio vuelta otra vez y miró a la mujer a los ojos.
- ¿Qué quiere, que le incruste la cabeza en la vidriera?.-
Habló tranquilo.
Un leve murmullo se levantó como del piso separando a la gente que estaba entre el hombre y la mujer en cuestión, abriendo una especie de caminito hostil.
- Bueno, este, yo no quería saber nada en realidad.-
Comentaba la anciana que había realizado la pregunta inicial.
La vidriera estalló en infinitos vidrios, panes de maíz y bombas de crema; el rastro de sangre llegó hasta la vereda.
La gente, endurecida en sus lugares, permaneció en silencio rogando por su propia seguridad.
El hombre se acercó al mostrador.
- ¡79!.- Gritó una de las empleadas a punto de desmayarse.
- Yo.- Dijo el hombre. – Medio de caseritos.
- ¿Trajo bolsita?.-